lunes, 16 de abril de 2007

tomando el sol

de cuando las cosas no salen, no se dan o no las haces. afortunadamente... ves, escuchas o te hacen sentir que toda experiencia por sencilla que sea vale la pena.

los días pasados en verdad han sido extraños. como estar solo en lugar desconocido y lejano, no sabes donde estas, qué haces ahí, cómo llegaste, qué haces, qué puede pasar. todo pasa, transcurre y se convierte en pasado. aprendiste algo y sigues. quizá decides apartarte e ir a otros lares.

en mi caso, fui con Rosso al fabuloso mundo defeño, en realidad nos quedamos en neza -como pocos saben nací ahí- pero recurro constantemente a los centros culturales y recrativos del df. amen. estando ahí, en stand by, en conexión hacia un lugar en el metro y saliendo del vagón para mi desagradable fortuna dos señoras de productos informales (dulces y discos) estaban riñendo. salimos, hablamos, miramos donde estaban las escaleras de salida y huimos... caminamos, y cerca de la salida otra discusión. esta se veía con más gente... lo bueno creo, los "agentes del orden del metro" corrían hacia el conglomerado. mientras tanto, yo esperaba a Rosso. ella iba por su encargo, una perrita... de esas pequeñas: ¿chihuahueña? toda una miniatura y muy linda ella. el día se ponía bonito.

comimos unos fabulosos tacos de canasta, también bebimos jugo de melon y agua de horchata. era un día que empezaba a sentirse rico. fuimos al Centro Cultural España, Lola -la perrita, bastante silenciosa, ella dormitaba- pasó con sonrisas de los encargados de la entrada y todo se veía bonito, tanto la exposición fotográfica como la instalación sonora, entre otras cosillas rebonitas.


degustamos, decidimos regresar e ir a descansar con la Momin -mi señora madre, todo un pan dulce-. llegamos a pantitlan, abordamos la micro que nos deja en la esquina de la calle del hogar. sentados ahí esperabamos que la señora vendedora de paletas de 3pesos subierá, ella no apareció. el trayecto inició y el calor se sentía como en los caribes mexicanos, el sudor quería empezar a recorrer el cuerpo, la ropa lo evitaba. en ese momento cuando lo apretado del asiento y lo lleno del lugar crean una atmosfera que empieza a sofocar se escucha la voz de una niña sentada a un costado de su padre. El morbo me llamo, lo siento... después todo cambió.


La pequeña le preguntaba al padre: "¿ese perrito está muerto?" y el papá -yo no veía su rostro pero lo escuchaba tan tranquilo, tan sin sentir- "no, está descansando... mira... sus patitas las tiene así para que en todo su cuerpo le toque el sol..." la charla-aclaración seguía y la niña al final sólo veía a través de la ventana. En realidad me impresionó el papá, la niña, el momento, después me estaba riendo como estúpido. Y ahora todo está bonito pero yo sin tomar el sol.

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